sábado, 28 de noviembre de 2009

Windows 8 llegará en 2012

Windows 8 llegará en 2012

Un roadmap presentado por Microsoft durante la PDC confirma que los sucesores de Windows 7 y Windows Server 2008 están previstos para 2012.
Que Microsoft trabaja ya en un sucesor de Windows 7, e incluso en un sucesor de su sucesor, no es un misterio para nadie. Pero, para tener más detalles, el portal Kitchen.com ha publicado una hoja de ruta presentada a los partners de Microsoft durante el PDC 2009.

Este roadmap confirma que el sucesor de Windows 7 aparecerá en 2012, una versión mejorada del sistema como, por otra parte, sucede cada cuatro años. Windows 7 es, en definitiva, una puesta al día de Windows Vista, aparecido en 2007.

El nombre en clave de esta nueva versión es simplemente Windows 8. La nueva versión del sistema operativo estará acompañado además por un nuevo Windows Server (cuya 2008 R2 figura igualmente como "simple" puesta al día de Server 2008). Ningún nombre en clave se ha filtrado para denominar a la versión servidores de Windows.

La rumorología apunta, eso sí, que Windows 8, y su versión servidores, podrían ser compatibles con arquitecturas de 128 bits, lo que supondrá el desarrollo de nuevos drivers (en 128 bits) y manteniendo la compatibilidad con las arquitecturas actuales de 32 y 64 bits. Un trabajo, en definitiva, colosal el que se pone en perspectiva.

Tres generaciones de Windows a examen

El lanzamiento del nuevo Windows 7 es un hecho. Si nada falla, estas navidades tendremos en las tiendas portátiles y sobremesas con la nueva versión instalada. Sin embargo, esta revisión no es una más. En ella tienen puestas grandes esperanzas la mayor parte de la industria del PC, con Microsoft a la cabeza, y no pocos usuarios que actualmente usan Windows Vista.
Y es que Vista comenzó con mal pie. Quizá se adelantó a su tiempo, requiriendo unos recursos para funcionar con soltura que pocos equipos podían ofrecer en el momento de su lanzamiento. Además, han sido muchas las voces que se quejaron de evidentes fallos de usabilidad y de una complejidad del código interno más que considerable, que agravaba aún más el problema del consumo de recursos y su impacto en las prestaciones.
Por todo ello, aún son muchísimas las empresas que mantienen su base de PCs con Windows XP, un sistema que se resiste a morir por dos causas fundamentales: el auge de los netbooks, a los que les viene grande Vista, pero que se mueven de maravilla con XP, y la legión de particulares y empresas que lo siguen prefiriendo como sistema operativo para sus ordenadores.
De hecho, hasta hace pocos meses, y tras sucesivas prórrogas, los distribuidores aún podían comprar paquetes OEM de Windows XP para poder instalarlos en los nuevos ordenadores de sus clientes. Un hito histórico que nunca antes se había producido con las versiones anteriores de Windows: una nueva reemplazaba a la anterior en pocos meses y punto.
Y es que, a pesar de que muchos nos tildaron de fatalistas, negativos e incluso inmovilistas, algunos siempre defendimos que Vista había sido un error del que Microsoft terminaría arrepintiéndose. Entre otras cosas, porque ha hecho resurgir con fuerza sistemas alternativos, como Mac OS X de Apple o Linux, ya que muchos usuarios han preferido buscar alternativas, antes que resignarse a tener que tragar con Vista.
Lo que hemos preparado
Por todo lo anterior, en el Laboratorio de PC ACTUAL, nos planteamos que sería realmente útil e interesante analizar los tres últimos sistemas operativos Windows desde el mismo punto de vista. Comparar sus interfaces de usuario, instaladores, herramientas, funciones y, sobre todo, medir sus prestaciones o gestión de energía sobre una misma plataforma.
La intención final es obtener una visión lo más fiel y objetiva posible de las ventajas y desventajas de cada uno, y así poder juzgar de primera mano si la evolución ha valido realmente la pena y si Windows 7 viene a solucionar los errores de Vista.
Como plataforma común para todas las pruebas, hemos empleado un portátil HP Elitebook 6930p. Un equipo que cuenta con controladores para todas las versiones analizadas (Windows 7 los incluía de serie) y dispone de una configuración relativamente potente para tratarse de un portátil (Intel Core 2 Duo P8600 a 2,4 GHz, y 2 Gbytes de RAM).
Eso sí, hemos utilizado como disco duro una moderna unidad SSD de Imation con 32 Gbytes. Evitamos con ello lastrar las pruebas de prestaciones o la autonomía por unidades de disco menos eficientes, dejando así la mayor parte de la responsabilidad al propio sistema operativo.
INSTALACIÓN Y PRIMEROS PASOS DEL USUARIO
Los requerimientos hardware mínimos para Windows 7 y Vista son idénticos: CPU de 1 GHz, 1 Gbyte de RAM y unos 20 Gbytes de espacio en disco; sin embargo, si queremos trabajar con cierta soltura, os recomendamos un procesador más potente ,y sobre todo, entre 2 y 4 Gbytes de RAM. En el caso de XP, funciona en prácticamente la totalidad de los ordenadores en funcionamiento hoy día, por lo que poco habrá que decir: Pentium a 233 MHz y 32-64 Mbytes de RAM.
Metidos en el proceso de instalación de cada sistema, para gustos los colores. A nosotros siempre nos ha parecido bastante práctico el proceso de instalación de Windows XP: primero se inicia en modo texto, configura las particiones y discos, y después copia el arranque y ficheros de instalación para que dé comienzo la verdadera instalación del sistema.
Sin embargo, para usuarios menos expertos, es justo reconocer que el método de Windows Vista y 7 es mucho más rápido: arrancamos desde el DVD, vamos pulsando Siguiente, y todo controlado. De hecho, es una delicia ver cómo solo necesitas unos pocos clics para que el proceso se complete totalmente, sin que apenas tengas que hacer otra cosa que introducir el número de licencia.
Únicamente echamos de menos la posibilidad de elegir los componentes que deseamos cargar; pero, teniendo en cuenta que hoy día la capacidad de disco no es un problema, no cabe duda de que es más cómodo así para la mayoría de los usuarios.
Cuesta encontrar diferencias
Lo que sí hemos podido comprobar es que apenas hay diferencias entre el instalador de Windows Vista y 7. No sabríamos cuál es cuál si no fuera por el color de fondo y el logo que lo identifica. Además, en tiempos, ambos tardan prácticamente lo mismo en completar la instalación, que, por cierto, es más rápida que con Windows XP; fundamentalmente, por el ahorro de ciertos pasos, reinicios y por no necesitar la interacción del usuario.
El modo de instalación personalizada, tanto en Vista como en 7, tan solo nos permite gestionar las particiones de la unidad de disco, pudiendo crear una o varias, formatearlas o elegir la que contendrá los archivos de arranque. Como ya comentábamos antes, no hay posibilidad de elegir los componentes a instalar, ni otros aspectos de la configuración, que tendrán que ajustarse obligatoriamente cuando el sistema ya esté cargado.
INTERFACES
Aquí es donde encontramos una mayor cantidad de novedades y diferencias entre unas versiones y otras. Windows XP introdujo por primera vez la posibilidad de manejar temas visuales, que cambiaban fácilmente la apariencia de todo el sistema e introducían algunos efectos básicos.
Ahora bien, fueron Windows Vista y su interfaz Aero los que realmente supusieron un gran avance en lo que a estética del sistema operativo se refiere. Windows 7 es muy similar a Vista, hasta el punto de que muchos lo han considerado más una actualización del desarrollo anterior que verdaderamente un nuevo sistema operativo.
Aun así, se han mejorado mucho algunos puntos. Quizá el más llamativo es la nueva barra de tareas con sus miniaturas Aero Peek. Este nuevo componente permite visualizar qué aplicaciones están en ejecución y si tienen una o varias instancias abiertas. Además, con solo posicionar el ratón sobre su icono, mostrará una miniatura de dichas ventanas, para que podamos visualizar justo la que buscamos con solo hacer clic sobre ellas.
Por otra parte, en Windows 7 podemos decidir fácilmente qué iconos queremos que aparezcan y cuáles no en la barra de tareas. En XP solo era posible ocultar los menos utilizados y en Windows Vista actuar solo sobre ciertos iconos del sistema, no todos. En Windows 7 es posible manejar a nuestro antojo incluso iconos tan importantes como el de conexiones de red o el del volumen.
La Sidebar desaparece
Otra interesante novedad de Windows 7 es la desaparición de la Windows Sidebar, la barra de gadgets que por defecto cargaba el sistema en la parte derecha del escritorio, y que no convencía a todos los usuarios. La alternativa en Windows 7 esta más elaborada, pues permite cargar los gadgets directamente sobre el escritorio de manera flotante.
De este modo, podemos ubicarlos en el lugar que más nos interese. Como curiosidad diremos que los incluidos en las betas de Windows 7 son exactamente los mismos que encontramos por defecto en Windows Vista para ubicar en la Sidebar.
Otro detalle importante para los que aún viven en el pasado es que ahora ya no es posible optar por el menú de Inicio clásico, idéntico al de XP, y que en Windows Vista aún podíamos activar. Lo que sí podemos desactivar, como en XP y Vista, son todas las mejoras visuales para optimizar el rendimiento (algo que se nota mucho, sobre todo en Vista y 7).
En el caso de Windows 7, esto se hace desde el mismo lugar que antes (Inicio/Panel de control/Sistema y seguridad/Sistema/Configuración avanzada del sistema/Opciones avanzadas/Rendimiento/Configuración).
Ahora bien, para los que gusten de personalizar su sistema a nivel estético, Windows 7 es quizá la versión más potente de todas ellas. Encontramos nuevos temas de Aero, que, ahora, permiten rotar diferentes imágenes como fondo de escritorio para no aburrirnos. Y para los más prácticos, siempre es posible recurrir a un tema básico, sin florituras y con un color o imagen única de fondo.
¿Dónde está el icono de escritorio?
Para muchos quizá sea una tontería, pero resulta de tremenda utilidad el clásico icono de la barra de tareas que encontramos por defecto en Windows XP y Vista, y que nos permite mostrar directamente el escritorio, minimizando todas las ventanas que tengamos abiertas.
En Windows 7 este icono ha desaparecido, y aunque ya se ha publicado algún truco para poder recuperarlo, Microsoft lo ha sustituido por dos nuevas características más espectaculares y de mejores resultados gráficamente hablando. Se trata de Aero Shake y Aero Peek.
La primera permite que, con solo «menear» de derecha a izquierda una ventana rápidamente, desaparezcan las demás y aparezca el escritorio. Además, esta característica también hace que, al arrastrar una ventana hasta el borde superior de la pantalla, ésta se maximice automáticamente. La segunda característica es menos espectacular, pero similar.
Es la que brinda la oportunidad de visualizar las miniaturas de las aplicaciones en ejecución en la barra de tareas. Manteniendo el puntero sobre una de ellas, conseguimos que se muestre solo esa ventana en pantalla, volviendo las demás transparentes.
PUESTA A PUNTO DEL SISTEMA
Windows XP es un sistema operativo sencillo, incluso anticuado para los tiempos que corren, lo que implica que resulta fácil de modificar y adaptar a nuestras necesidades. Ya sea vía Registro, modificación de archivos de configuración o utilizando aplicaciones de terceros, las posibilidades son muchas. Además, el llevar tantos años en el mercado ayuda a que estas posibilidades sean mayores.
Windows Vista, por su parte, nació con la idea de simplificar las cosas al usuario inexperto que no sabía ni quiere saber de ajustes avanzados. De esta forma, aunque encontramos muchas de las antiguas opciones de personalización avanzada (como la del archivo de intercambio), están más escondidas o simplemente no llegan tan lejos como en Windows XP.
Además, la complejidad del propio sistema operativo hace que sea difícil, por ejemplo, eliminar componentes no deseados o servicios inútiles para nosotros. Eso sí, lo más criticado de este sistema, con diferencia, es la complicación y dificultad para llegar a determinadas opciones.
Algo que con XP se hacía en dos o tres clics, con Vista es mucho más largo y, además, es posible acometerlo desde diferentes vías, lo que causa un poco de confusión. Hay muchos ejemplos, como los ajustes de pantalla o ciertos aspectos de la configuración de energía. Al menos, Vista ofrece la posibilidad de visualizar el Panel de control a la antigua, con un icono para cada apartado.
Esa opción ya no está disponible con Windows 7. Ahora, el Panel de control solo muestra los apartados de gestión del PC y, a partir de ellos, iremos navegando hasta encontrar lo que buscamos. Al menos, se ha mejorado algo la usabilidad, y las betas que hemos tenido la oportunidad de ir manejando, parecen más sencillas que Vista a la hora de encontrar lo que buscamos, y modificarlo.
Ahora bien, la filosofía de Windows 7 es la misma que Vista: el usuario, cuanto menos modifique opciones de calado en el sistema, mejor. Las opciones más delicadas siguen estando realmente escondidas y protegidas por el UAC. Eso sí, como en versiones anteriores, el Registro sigue ahí para permitirnos tunear nuestro sistema operativo desde los cimientos, con muchos trucos de las versiones anteriores compatibles con la última.
CONECTIVIDAD Y REDES
Este es otro de los apartados que mayores cambios ha sufrido. En Windows XP, la gestión de las interfaces de red era realmente sencilla, con unos iconos ubicados en Conexiones de red, desde los que accedíamos a todas las propiedades de cada conexión, hasta el más ínfimo detalle, ideal para usuarios más avanzados, pero poco práctico para los menos expertos. Al menos, el apartado de las redes inalámbricas mejoró mucho con los sucesivos Service Pack, marcando el SP2 la gran diferencia en este apartado.
Tras esto llegó Vista, con su Centro de redes y recursos compartidos, y muchos usuarios se echaron las manos a la cabeza. Para los más expertos, era un verdadero engorro manejar las redes a partir de ahí y, para los inexpertos, todo un misterio averiguar los pasos que tenían que dar para modificar una red inalámbrica o cambiar algún parámetro básico de su red. De nuevo, un componente que permitía llegar a los mismos sitios de diferentes formas.
Además, Windows Vista tenía algunas importantes «manías», como la de conectarse en muchas ocasiones a redes inalámbricas abiertas por defecto y sin preguntar o la de impedir el acceso a Internet real hasta que no se realizase la verificación del sistema operativo. Así, en determinados entornos empresariales o con algún problema mínimo de conexión, Windows Vista era incapaz de acceder a Internet donde un XP, más sencillo, sí lo habría hecho.
Con Windows 7, Microsoft ha aprendido de las críticas y, aunque mantiene el Centro de redes y recursos compartidos, todo está más claro, resulta más sencillo y se ofrecen las opciones justas para que cualquier usuario pueda empezar a hacer lo que necesita.
Y eso que muchos de los diálogos y ventanas son exactamente iguales a Vista. Eso sí, se ha introducido el concepto de Grupo en el hogar, que nos permite configurar fácilmente una red de equipos domésticos con Windows 7, en la que resulta muy sencillo compartir carpetas e incluso música con otros dispositivos mediando una simple contraseña y exigiendo unos conocimientos mínimos.
Por otra parte, los administradores y profesionales están de enhorabuena, pues Windows 7 maneja diferentes perfiles de red, que, por ejemplo, son capaces de recordar qué impresora utilizamos en cada ubicación. De esta forma, si tenemos impresoras en red en casa y oficina o en diferentes sedes de la compañía, cada vez que nos conectemos a dichas redes, Windows 7 será capaz de cambiar la impresora por defecto automáticamente.
SEGURIDAD, UNA PRUEBA COMPLETAMENTE SUPERADA
Windows XP es un sistema con demasiados años encima, y eso se aprecia rápidamente en las medidas de seguridad que implementa. En realidad, estas se limitan a la protección de acceso por contraseña, a la posibilidad de establecer permisos de disco para proteger datos privados (fáciles de superar con algunos conocimientos), y al incómodo Centro de Seguridad que se incorporó tras el SP2, y que hacía de «hermano mayor», que nos recordaba todo aquello que no teníamos activado/instalado.
Con Vista, esta seguridad dio un salto muy importante, integrando Windows Defender de serie, codificación de unidades BitLocker en ciertas versiones y, sobre todo, porque al fin se integró el UAC (User Account Control). Esta función impide realizar ciertas tareas o modificaciones importantes del sistema operativo sin autenticarse previamente.
Esto, que en sistemas Linux/Unix se maneja desde hace muchísimos años y con resultados excelentes, con Vista fue más entendido como una manera de proteger al sistema del propio usuario, al que asustaban constantemente con mensajes de advertencia. Lo cierto es que la mayoría de los usuarios terminaba por desconectar el UAC ante la molestia e insistencia de sus advertencias a cada paso que daban.
En Windows 7, por suerte, esto ha mejorado mucho. El nuevo UAC es menos intrusivo, solo nos avisa cuando realmente vamos a realizar alguna operación de riesgo, permitiendo que un usuario normal trabaje con su sistema durante días sin recibir aviso alguno. De hecho, lo realmente bueno es que puede seleccionar el nivel de «paranoia» del UAC.
De esta forma, podremos pasar desde la desactivación completa, hasta los avisos ante cualquier modificación o actividad de modificación del entorno por pequeña que sea. Entre medias, dos puntos intermedios donde ahora se encuentra el valor por defecto y que hacen del UAC una función realmente útil para proteger nuestro equipo de malware de cualquier tipo.
También encontramos el nuevo Centro de actividades (ver cuadro adjunto), así como mejoras en la protección en tiempo real del sistema, un BitLocker que ahora permite encriptar también unidades removibles (como los discos USB), la inclusión de soporte para los lectores biométricos de huella digital o un sistema de puntos de restauración muy mejorado, que incluso posibilita hacer copias de seguridad de los mismos para poder recuperarlos pasado el tiempo.
Centro de actividades
En el texto hablamos del Centro de Seguridad de XP y Vista. En Windows 7 vemos cómo este elemento desaparece a favor del nuevo Centro de actividades. Este nuevo componente amplia la información del anterior, manejando no solo posibles brechas de seguridad, sino también tareas de mantenimiento que afecten al propio sistema operativo.
De esta forma, además del cortafuegos, el antivirus o Windows Defender, también supervisa el UAC, la configuración de seguridad del Internet Explorer, las copias de seguridad, las actualizaciones o el buscador de soluciones ante problemas de Windows. Por otra parte, guarda un histórico de todos los mensajes mostrados al usuario, algo que podrá ser de utilidad para soporte técnico o tras algún fallo importante.
RENDIMIENTO Y ARRANQUE
Llegamos a uno de los puntos más interesantes de todo el artículo. Aquí la pregunta es bien sencilla: ¿Es Windows 7 más rápido que sus antecesores? Antes de hablar de nuestras pruebas, cabe recalcar que la sensación generalizada es que Windows 7 sí es más rápido que Windows Vista, aunque no tanto como Windows XP.
Es decir, se aprecia que Windows 7 consume menos recursos que su antecesor y, por tanto, la apertura de aplicaciones, instalación de programas, cambios de configuración, etcétera, se realizan de manera más fluida que antes. Incluso la copia de archivos, que con Windows Vista podía desesperar, ahora se ha convertido en un proceso fluido y ágil, como era en Windows XP.
Hablando de las pruebas, hemos escogido nuestro PCMark05 y 3DMark06. Dos benchmarks algo antiguos, pero que funcionan en las tres versiones de Windows que hemos analizado. A la vista de los resultados que podéis observar en la tabla adjunta, no cabe duda de que el sistema más ligero y ágil de todos ellos es Windows XP.
Es cierto que está superado, que gráficamente no tiene comparación y que se ha quedado atrás en muchos aspectos, pero siendo prácticos, es el que menos recursos necesita y, por tanto, el que libera más ciclos de CPU y memoria para la ejecución de aplicaciones.
En Vista, como podemos observar, hay un importante bajón de prestaciones, sobre todo en el apartado gráfico, siendo superado por el nuevo Windows 7 con contundencia, máxime si tenemos en cuenta que utiliza el controlador incluido en Windows 7 para la tarjeta gráfica ATI Radeon HD3450 del portátil utilizado para las pruebas.
Por último, hay que comentar los resultados del PCMark05 sobre Windows 7. La cifra global es inferior a XP y Vista, y tiene su razón en dos pilares: las pruebas de CPU y las de disco duro. Teniendo en cuenta que hemos probado la RC en su revisión 7100 y hemos utilizado los controladores que incluye Microsoft en Windows 7 para todos los componentes, hemos de ser cautelosos con estas cifras, que no se corresponden ni con otras pruebas realizadas, ni con la sensación obtenida en el uso diario.
Por ello, y con controladores certificados y en versión final para Windows 7, es muy probable que esas cifras mejoren considerablemente y con ello la puntuación global, que debería superar a Vista. No hay más que ver apartados como el de la memoria, donde la mejora respecto al resto de sistemas es muy importante, o el de los gráficos, donde se sitúa en valores cercanos al resto.
Arranque más rápido
Donde sí podemos observar de manera clara y demostrable la mejora respecto al anterior Vista es en el proceso de arranque. Así, mientras que nuestro Windows XP recién instalado y con sus controladores cargados empleaba unos 32 segundos en estar completamente operativo desde que comenzaba el arranque del disco, Vista se disparaba hasta los 42 segundos.
Windows 7, en cambio, necesita menos tiempo que Windows XP para estar disponible. Es algo que incluso se aprecia en los procesos de suspensión e hibernación, donde Windows nunca ha sido especialmente eficaz y ha estado muy detrás de sistemas como Linux o Mac OS X.
A lo anterior también ayuda mucho el hecho de que el próximo sistema de Microsoft carga menos procesos en memoria tras su arranque. En la tabla de pruebas realizadas, podemos comprobar cómo Windows 7 necesita cinco procesos menos que Vista una vez arrancado y en espera. Y aunque la diferencia con Windows XP es considerable, lo cierto es que las cifras de arranque demuestran que la carga de los procesos se ha optimizado al máximo para consuman los menores recursos posibles.
Además, en nuestras máquina de pruebas apreciamos que el archivo de paginación que crea Windows 7 de manera automática es más pequeño que el de Vista, y que la cantidad de memoria libre que deja para aplicaciones y procesos ajenos al sistema operativo es superior a la que libera Windows Vista.
Un 10 por la gestión de energía
En la tabla de pruebas podéis observar los resultados de las diferentes versiones de Windows ejecutando el exigente test Battery Eater Pro. Esta prueba, que ejecuta una animación 3D de manera constante, exige bastante proceso de cálculo por parte de la CPU/GPU y, por tanto, consume las baterías mucho más rápido de lo que lo haría un usuario convencional navegando por Internet, escuchando música o usando un procesador de textos.
Lo que sí es fundamental es cómo gestione el sistema operativo los componentes del equipo (CPU a la cabeza), y aquí es donde Windows 7 nos da una agradable sorpresa: 20 minutos más de autonomía que Windows XP en idénticas condiciones, y 15 minutos más que Windows Vista. Unas cifras que demuestran que Windows 7 es un sistema operativo muy eficaz en la gestión de energía de los portátiles y netbooks.
CONCLUSIONES
Tras todo lo que hemos visto en las páginas anteriores, es muy probable que ya tengáis una idea bastante aproximada de lo que supone Windows 7 frente a XP y Vista en sus principales aspectos. Aun así, aquí van nuestras conclusiones, unas más subjetivas y otras totalmente objetivas apoyadas en cifras.
Lo primero es destacar que la nueva interfaz gráfica de Windows 7 no nos parece nada revolucionaria. Es cierto que tiene mejoras como Aero Peek, Aero Snake, el fondo de escritorio con imágenes aleatorias o la remozada barra de tareas. Sin embargo, todo ello parece más una actualización de la interfaz de Vista, que una gran novedad.
Y eso es importante de cara al usuario, que debería percibir que se encuentra ante algo totalmente nuevo, si Microsoft quiere que olvide Vista lo antes posible. Al menos se ha mejorado la presentación de las carpetas, unidades de sistema y bibliotecas de documentos respecto a Vista.
Lo que sí que es indiscutible es que se ha renovado todo lo tocante a la seguridad (la UAC ahora es realmente útil) respecto a XP y Vista, y que la gestión de redes es más cómoda que antes. Los usuarios más prácticos seguramente sigan prefiriendo a XP en este aspecto, pero Windows 7 ofrece una buena solución de compromiso para la mayoría de los perfiles de usuario que tarde o temprano tendrán que pasar página.
Donde quizá nos llevamos la mayor alegría es en el apartado de rendimiento, consumo de recursos y gestión de la energía. Aquí Microsoft ha demostrado que esta vez ha hecho los deberes. Y aunque no es tan liviano como Windows XP, algo a todas luces imposible si tenemos en cuenta las nuevas tecnologías que se integran en 7, sí ha mejorado bastante respecto a Vista.
Esto, unido a la mejora generalizada en la capacidad de portátiles y netbooks de los últimos tiempos, hace que Windows 7 por fin pueda ser una agradable alternativa para esta clase de equipos. Además, la optimizada gestión de la energía permitirá una mayor autonomía sin apenas tocar el hardware.
Por tanto, nuestro veredicto final es que esta vez Microsoft sí ha acertado con Windows 7, pese a que tiene defectos que pulir y quizá muchos usuarios sigan prefiriendo Windows XP. Sin embargo, ahora tendrán muchos menos argumentos para resistirse a una actualización que, tarde o temprano, tendrá que llegar.

martes, 24 de noviembre de 2009

El cerebro de los invidentes es diferente al de las personas que ven


El cerebro de los invidentes es diferente al de las personas que ven
Gracias a la plasticidad cerebral, aumenta sus capacidades disponibles

Científicos de la Universidad de California en Los Ángeles han realizado un estudio, con una tecnología de registro de imágenes cerebrales altamente sensible, cuyos resultados han confirmado que el cerebro de los invidentes es distinto al de las personas que ven. El cerebro de los ciegos se transforma anatómicamente y cambia su volumen en ciertas regiones, para que éstos compensen la pérdida de visión con nuevas capacidades. Esto es posible gracias a una característica conocida como plasticidad cerebral, que se da sobre todo en la más tierna infancia. Por Yaiza Martínez.

Las personas con problemas en la vista o ciegas nos parecen muy valientes, por su capacidad de recorrer aceras atestadas de personas y de cruzar las calles con la única ayuda de su bastón, entre otras proezas.


La razón de esta capacidad se debe a que los ciegos, al menos en algunas circunstancias, llegan a desarrollar otros sentidos que les ayudan a adaptarse a su situación.

Esto es lo que afirma un grupo de científicos del departamento de neurología de la Universidad de California en Los Ángeles, que ha confirmado que la ceguera produce cambios estructurales en el cerebro.


Lo más importante de este descubrimiento sería que demuestra que el cerebro se auto-reorganiza funcionalmente con la finalidad de adaptarse a la pérdida de recepción de señales a través de los sentidos, publica la UCLA en un comunicado.


Compensación cerebral


Según un artículo aparecido en la revista NeuroImage, Natasha Leporé, investigadora del Laboratorio de Neuroimagen de la UCLA, y sus colaboradores descubrieron en su estudio que las regiones visuales del cerebro tienen menos volumen en las personas ciegas que en las que sí ven.


Por el contrario, en lo que se refiere a las regiones cerebrales no relacionadas con la vista, la tendencia es justo la inversa: los ciegos presentan mayor volumen en ellas que otras personas. Por tanto, según los investigadores, los cerebros de los invidentes compensarían la reducción del volumen de las áreas visuales del cerebro con el aumento del volumen en otras regiones.

Según Leporé, estos resultados demuestran la excepcional plasticidad del cerebro y su capacidad para reconocer la pérdida de la visión. En otras palabras, el cerebro puede compensar de alguna forma el hecho de no poder ver.


Depende de la edad


Este hecho se constató particularmente en aquellas personas ciegas desde su más tierna infancia, un periodo de desarrollo en el que el cerebro es aún más plástico y modificable que en la edad adulta.


Los investigadores utilizaron una tecnología de captación de imágenes cerebrales extremadamente sensible llamada morfometría basada en tensores, que permite detectar cambios muy sutiles en el volumen del cerebro.


Con esta técnica, examinaron los cerebros de individuos de tres grupos distintos: personas que habían perdido la vista antes de los cinco años de edad; individuos ciegos después de los 14 años; y un grupo de control de personas que sí veían.


Al comparar los dos primeros grupos, descubrieron que la pérdida y ganancia de materia cerebral dependía mucho de la edad en que se produjo la ceguera.


Sólo las personas que se habían quedado ciegas antes de los cinco años diferían significativamente de las personas del grupo de control en un área del cerebro llamada cuerpo calloso, que es un amplio tracto nervioso que conecta los dos hemisferios cerebrales.

El cuerpo calloso ayuda a la transmisión de información entre los dos hemisferios del cerebro. Los científicos sugieren que esta diferencia estaría causada por la reducción de la cantidad de mielina (material que envuelve o cubre el ligamiento fibroso del nervio) en ausencia de señales visuales que procesar.


La mielina tiene un rápido desarrollo en la infancia, pero cuando la ceguera se produce en la adolescencia o después, su crecimiento está ya casi completado, por lo que la estructura del cuerpo calloso no se ve tan influenciada por la falta de visión, explican los investigadores.

Funciones ejecutivas


A pesar de lo ocurrido con la mielina, el estudio ha revelado que en los dos grupos de personas ciegas estudiadas sí se había producido un significativo agrandamiento de regiones del cerebro no relacionadas con la visión.


Así, por ejemplo, se descubrió que los lóbulos frontales, sustrato anatómico para las funciones ejecutivas (como memoria de trabajo, planificación, flexibilidad, monitorización e inhibición de conductas), eran anormalmente grandes, quizá para ofrecer una base anatómica favorecedora de otras capacidades en los invidentes.


Estudios previos ya habían constatado que los ciegos, al desplazarse por un pasillo con ventanas, por ejemplo, pueden detectar la presencia de éstas al sentir sutiles cambios en la temperatura ambiente o distinguir las variaciones auditivas existentes entre las zonas de pared y el lugar donde se encuentran dichas ventanas.


Leporé señala que durante mucho tiempo los científicos han sentido curiosidad sobre si los ciegos compensan de alguna forma su falta de visión, desarrollando una mayor habilidad en los sentidos que les quedan intactos. Sin embargo, no fue hasta principios de los años 90 del siglo pasado cuando las sospechas científicas comenzaron a confirmarse, gracias al desarrollo de las tecnologías de neuroimagen.


Estas tecnologías han permitido a los investigadores probar la capacidad de adaptación del cerebro, de reorganizarse tras una pérdida sensorial.


Plasticidad cerebral


La plasticidad del cerebro es una característica que nos permite adaptarnos al entorno y que se expresa en tres niveles: el de la sinapsis o conexión entre neuronas; el de la capacidad de establecer nuevas conexiones, lo que ayuda a realizar mejor una tarea; y el del uso de zonas del cerebro para otras actividades según las necesidades que surjan.

La plasticidad cerebral se refleja no sólo en las personas ciegas, sino también en aquellos individuos que han sufrido infartos o hemorragias cerebrales, y que son capaces de recuperar funciones que eran previamente ejecutadas por las zonas lesionadas.

Según declaraciones del neurólogo Mariano Sigman en una entrevista publicada por Tendencias21, la plasticidad del cerebro es mucho mayor de lo que hasta ahora se ha creído.

Gracias a las nuevas tecnologías disponibles se está constatando dicha plasticidad en distintos niveles: el de la regeneración neuronal (se ha roto el mito falso de que el cerebro no renueva su sustrato (las neuronas) a partir de la adultez); el de la plasticidad de la identidad o la capacidad de una neurona (o incluso de células que no son neuronas) de volver a incorporarse a un ambiente extraño y comenzar un nuevo ciclo; y el de la plasticidad a gran escala, por ejemplo, de cortezas auditivas que se vuelven visuales si son correctamente estimuladas o viceversa, señala Sigman.

¿Qué es la tecnología NFC?

  ¿Qué es la tecnología NFC? Por  Josefina Castelán ¿Sabes qué es la tecnología NFC y cómo funciona? Probablemente hayas escuchado nombr...